
Los vientos invernales soplaban gélidos en los bosques de Nueva Inglaterra. Las fuerzas de los agresores se alineaban frente al santuario. Por dos veces habían intentado el asalto a aquellas tierras y otras tantas habían sido derrotados sin compasión. Pero aquella vez sería distinta, el rival era de sobra conocido y la moral estaba intacta. Ya casi acariciaban con las manos la última batalla, aquella para la que llevaban preparándose toda la vida.